Cartografías literarias (Sergio de Matteo)


Así como es posible abordar la literatura del sur del país, creaciones denominadas en situación patagónica, dándole asidero por medio de cartografías literarias o discursivas, también se podría realizar una lectura crítica desde cartografías geográficas.

Desde los textos y los mapas surge la etapa de la dominación cultural. El “poder” es el que nombra, el que ha materializado en signos lo descubierto (o lo inventado), y lo hace relato. Es necesario leer lo que se dice que se dice sobre la otredad, el discurso que comprende a los subalternos; es decir, a los que habitan a la Patagonia. Esta lectura es bicéfala, puede ser por medio de los libros, así como también a tavés de la cartografía.
Desandando la etimología de cartografía (del griego: χάρτης, chartēs = mapa y γραφειν, graphein = escrito), se traduce “el arte de trazar mapas geográficos”.
Ángel Uranga explica en el libro El eco de la letra (2011) que “El imaginario patagónico ha ido construyéndose e instituyéndose en torno a una cartografía elaborada por un sinnúmero de transeúntes que explicitaron en la escritura un espacio para la imaginación y la leyenda”; por eso afirma que “La invención de Patagonia es obra de la literatura” y que los exploradores del siglo XIX “leyendo el país del telhuel, construirán mapas, cartas orientadoras, derroteros para no naufragar en el desierto”, por ende, serán “lecturas cartográficas”.
Es importante sopesar este pivoteo entre mapa y literatura. Hector Raul Gato Ossés nos aproxima algunas definiciones en su obra Patagonia. Ficción o realidad, “El mapa es el resultado simbólico de la previa exploración y nominación de un territorio o de una porción de territorio. Sintetiza el poder específico de dibujar y nominar. No obstante, se puede nominar y dibujar sin la absoluta certeza del conocimiento físico […] Los mapas contemporáneos de la letra manuscritacitan también esa letra, con leyendas y mitos, gigantes y monstruos, el confín del mundo, su acabamiento, la Tierra Austral. Está dibujada la Terra Incognita, como una prueba flagrante de que se puede dibujar lo no conocido” (2008).
Invención.
Toda construcción cultural requiere de un proceso político, donde queda expuesta la realidad a su arbitrio, a sus propias estructuraciones. Pero para imponer esa hegemonía debe constituir una biblioteca, formular listados, enunciar cartografías discursivas. El poder subvierte lo pre-existente, rebautiza, suplanta. Funda la ciudad letrada -su ciudad letrada- desde donde disciplina y permea los ordenamientos antecesores; por lo tanto el espacio es reconstituido por la imposición de las nuevas instituciones que forman las subjetividades emergentes.
Edmundo O’Gorman en el libro La invención de América, despliega y justifica la hipótesis que Ameríca no fue “descubierta”, sino “inventada” (1958). En Tawantinsuyu, Anáhuac, Abya Yala, Wallmapu (Puelmapu, Pikunmapu, Lafkenmapu y Willimapu), nadie había escuchado jamás la voz “Indias Occidentales”, o la voz “América”.
Resalta Silvia Casini: “Respecto de la ‘invención de la Patagonia’, es necesario observar que la ‘Patagonia’ con ese nombre no existe como dato previo a los registros escritos que llamamos ‘textos fundantes’. El nombre ao’nik’en que los tehuelches meridionales utilizaban para hablar del sur fue desplazado por el de Patagonia después de que Magallanes, en el siglo XVI, ‘bautizó’ a sus habitantes (2007).
Invención en la cartografía en invención en la escritura. La ficcionalización que estudia Casini: “En sus narraciones los ingleses armaron un objeto, Patagonia, inventando el sur (como los europeos en general inventaron ‘el resto del mundo’), y sus ‘salvajes’ habitantes se convirtieron en ese ‘otro’ que permaneció como escucha silente/silenciado” (2007).
La literatura sugestionaba a los colonialistas, ya “que la etimología de patagonia-patagón-patagones, resulta el topónimo dado a los habitantes de la región austral atlántica por el marino portugués al servicio de España, Hernando de Magallanes […] ‘patagón’ proviene del monstruoso personaje del Primaleón o Segundo Libro de Palmerín de Olivia” (Uranga, 2011).
Mapas.
Estas indagaciones teóricas, donde las inscripciones fundan representaciones y modos de contar e interpretar, pueden buscarse y clasificarse en la producción literaria de los textos fundantes, así como también en la literatura que responde al relato nacional, a la etapa metafórica, que estará tensionada entre los autóctonos que escriben sobre su lugar, y aquellos escritores, argentinos y extranjeros, que son atraídos por el mito sureño.
En ese sentido, considerando la matriz inicial que sitúa en relato a la Patagonia, también es interesante auscultar los diferentes mapas sobre la región porque determinan, a veces a priori, lo que se verá in situ.
En el mapamundi de Andreas Walsperger, de 1488, figura el continente americano, en la ilustración puede observarse una costa que se comprueba que es la actual costa patagónica, donde se lee en latín: Hic sunt gigantes. Es decir: Aquí hay gigantes.
Otro antecedente es la cartografía que registra el Tercer Viaje de Vespucci (1501-1502), donde ha quedado el nombre del Río de Cananor para una desembocadura ubicada en una bahía, que hoy se denomina Camarones, en la provincia de Chubut. También dependiente de la novela medieval.
El artista plástico René Magritte decía que “la percepción siempre intercede entre la realidad y nosotros”; por lo tanto la cartografía discursiva así como la descripción de los mapas instalan realidades, así como también construyen una percepción que puede no coincidir con la realidad. Si se comprende y acepta como dispositivo de poder al saber, éste se apoya en la imposición del nombre, en la lectura desviada de lo real, cargándose con el sustrato simbólico e imaginario del opresor, y, de esa manera, constituye un modelo institucionalizador con el que se re-define la región y la construcción del Otro. En nuestro caso: el patagón, salvaje o gigante.
No es un territorio.
Alfred Korzybski ha señalado que “el mapa no es el territorio”. Esa idea surge al considerar la relación entre el objeto y la representación del objeto, es decir, la relación entre un territorio geográfico y el mapa mismo; donde, debido a ea percepción, se confunden mapas con territorios, equivocando modelos de la realidad con la realidad misma.
Walsperger y Antonio Pigafetta instrumentaron una percepción en sus respectivas cartografías que no se condescendían con la realidad. En el Sur no había gigantes; pero el texto fundante lo impuso, y se convirtió en un sistema modelizante que sedimentó en una serie de metáforas y categorías que se fue repitiendo de libro en libro, de autor en autor.
Ese gigante Patagón que inaugura la escritura de Pigafetta data de 1520, que estará recogido en la Relazioni in torno al primo viaggio di circumnavigazione. Notizia del Mondo Novo con le figure dei paesi scoperti, publicada entre 1524 y 1525; estaba enunciado, quizás imaginativamente, en el mapa de Walsperger de 1488. O sea, la cartografía se adelantó al diario de viaje (literatura).
En ese contexto de modelización estaría la discusión, la deconstrucción. Tanto el mapa como la escritura integran el dispositivo colonialista, y es desde donde se instauran los modelos a reproducir. Según Gregory Bateson: “el proceso de la representación lo filtrará de tal forma que el mundo mental sólo son mapas de mapas, ad infinitum” (1972). Por lo tanto, los mapas son representaciones simbólicas que se asemejan a la realidad, pero no lo son: tienen filtros técnicos, ideológicos. La orientación del mapa es una decisión ideológica, social y política.
Brian Harley es autor de libros y artículos que analizan la cartografía. Su texto fundamental es Mapas, conocimiento y poder (1988), donde señala: “Al igual que las armas de fuego y los barcos de guerra, los mapas han sido armas del imperialismo”, y resalta: “los mapas se usaron para legitimar la realidad de la conquista y el imperio”. Agrega en Textos y contextos en la interpretación de los primeros mapas: “los mapas redescriben el mundo, al igual que cualquier otro documento, en términos de relaciones y prácticas de poder, preferencias y prioridades culturales” (1990).
En este sentido, Eduardo Galeano en el artículo “Mapamundi”, de Patas Arriba: La escuela del mundo al revés, dice: “el mapa miente, la geografía tradicional nos roba el espacio como la economía imperial nos roba la riqueza, la historia oficial nos roba la memoria y la cultura formal nos roba la palabra” (1998).
Reescritura.
En toda conformación de un corpus bibliográfico subyace la “lectura” de la representación literaria del espacio, en este caso patagónico. Por lo cual, recurrir al archivo sirve para soterrar lo que fue invisibilizado, recuperar tramas, comprender los procesos, indagar, fijar la toma de posición. La pluralidad de voces es un bosquejo en que puede explayarse un ejercicio de reconocimiento, un ejercicio de disputa del modo de “contar”. Frente a la dinámica cultural impuesta surge la necesidad de revisar los textos que refieren el pasado, entonces los autores contemporáneos reescriben con una perspectiva distinta de la que fue heredada y multiplicada en los sistemas modelizantes secundarios. Los ideologemas fundacionales entran en crisis. En consecuencia prospera otra resemantización de lo escrito y de lo que se escribe respecto al territorio, sobre la “literatura en situación patagónica”, como plantea Gabriela Luque.
El sur-sur, la Patagonia, es un territorio cimarrón, al decir de Gerardo Burton, donde se acumula e implosiona una literatura en múltiples lenguas, polifónica, mestiza, cargada de política. Por esa la oralitura y la literatura serán herramientas para el trabajo de la memoria, y la escritura será testimonial, apuntalada desde los mapas y la escritura. En consecuencia, existe un entrecruzamiento de tipologías culturales que se manifiestan en la propia lengua mutiplicada, en estado de emergencia, supurando heridas y construyendo una biblioteca que se reconoce en las voces de sus pueblos.
*Artículo publicado en el suplemento de cultura “Caldenia”, del Diario La Arena, dirigido por la docente y comunicadora social Andrea Marina D’Atri, el domingo 29 de diciembre de 2019.